Se estima que entre 720 y 811 millones de personas enfrentaron hambre en el mundo en 2020, número que aumentó significativamente (unos 118 millones de personas) en el periodo 2019-2020 debido a las dificultades presentadas por el Covid-19. Sin embargo, cabe señalar que el número de afectados por el hambre ha aumentado lentamente desde 2014, pero el crecimiento estimado en 2020 fue igual al de los cinco años anteriores combinados. Considerando que la imagen del hambre en el mundo solo se ha intensificado; y que la ONU propone acabar con él para el 2030, ¿cómo vamos a alimentar a estos miles de millones de personas en tan poco tiempo?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), la subnutricion se define como la incapacidad de adquirir alimentos suficientes para satisfacer las necesidades energéticas diarias mínimas de la dieta, durante un período de un año. Así, el hambre es desnutrición crónica, y su erradicación está entendida por el 2° ODS (objetivos de desarrollo sostenible) de la ONU para 2030.
Causas y consecuencias
Antes de definir las causas del problema de la desnutrición en el mundo, es necesario desmentir el mito de que el hambre es causada por una alimentación insuficiente; La producción mundial de alimentos ya superó hace mucho tiempo las necesidades de la población mundial, ejemplo de esto es que, en 2016, la producción mundial podría alimentar 123% de la población mundial. Aunque la producción mundial de alimentos aumenta a cada año, el número de personas con hambre también sigue creciendo, ¿por qué sucede esto? Entre las causas del problema, destaca en primer lugar la inaccesibilidad de los alimentos a las personas de bajos recursos, concentradas en los países subdesarrollados, pues aunque hay alimentos suficientes, no son accesibles. El informe de OXFAM 2021 reveló que los precios mundiales de alimentos aumentaron un 40% en 2021.
En segundo lugar, la dinámica de las agroexportaciones mundiales que, asociada a la mencionada desigualdad de poder adquisitivo, se refleja en las estadísticas de hambre por regiones: más de la mitad de los desnutridos están en Asia; más de un tercio en África; y alrededor del 8% en América Latina y el Caribe. La observación de estas estadísticas nos permite concluir que el hambre afecta mayoritariamente a países periféricos.
La razón de la concentración de hambre en países periféricos se debe a que la mayoría de ellos tienen una economía agroexportadora y un espacio rural marcado por la concentración de la tierra. De esta forma, casi todo lo que se produce en los latifundios se exporta. Como corresponde a los agricultores familiares (cuyo número sigue disminuyendo por el éxodo rural) y a los exportadores, alimentar el mercado interno, siendo así lo que queda para los consumidores de estos países (naturalmente de bajo poder adquisitivo) que es caro y de mala calidad. Así, los factores agravantes del hambre en los países subdesarrollados y en vías de desarrollo son su economía agroexportadora; la falta de incentivos para los agricultores familiares; y la población de bajos ingresos.
Todavía existen países subdesarrollados físicamente incapaces de producir alimentos, como Yemen, Sudán del Sur y Siria, cuya precaria economía les impide de importar alimentos para su población; además de países cuyos conflictos políticos generan crisis de distribución de alimentos, en consecuencia, citó el informe de la FA0 2017, en que 80% de las personas que pasaban hambre estaban en países con conflictos (que casualmente son, en su mayoría, subdesarrollados).
Otra explicación para la existencia del hambre es el desperdicio de alimentos. Este desperdicio puede ocurrir de dos formas: durante el consumo; o durante la cadena productiva, cuando se pierde por falta de tecnología de almacenamiento. El escenario principal para el primer caso son los países desarrollados, donde la población tiene mayor poder adquisitivo; el segundo caso ocurre en países subdesarrollados y en vías de desarrollo. Los datos revelan que en 2019 se desperdiciaron 931 millones de toneladas de alimentos, correspondientes al 17% de la producción mundial, lo que permitiría alimentar a todo el contingente de personas desnutridas en el mundo.
También se destacan otras razones, tales como: el hecho de que gran parte de la producción agrícola mundial se destina a la producción de alimentos para animales; y la especulación de las empresas de alimentos que también contribuye a la inaccesibilidad de la población de bajo poder adquisitivo a los alimentos. Las estadísticas de muertes por hambre ya superan los millones, un informe de Oxfam (Comité de Oxford para el Alivio del Hambre) afirma que el mundo tiene 11 muertes por hambre por minuto.
Las estadísticas de muertes por hambre ya superan los millones, un informe de Oxfam (Comité de Oxford para el Alivio del Hambre) afirma que el mundo tiene 11 muertes por hambre por minuto.
¿Qué se está haciendo y qué podemos hacer todavía?
Varias soluciones diferentes se están utilizando en todo el mundo para reducir el problema del hambre, entre ellas: la política de usar transgénicos con el pretexto de erradicar el hambre de una mayor oferta de alimentos (lo cual es cuestionable ya que, a pesar de la creciente productividad, la imagen de el hambre sigue creciendo); Políticas de reducción de residuos, como la prohibición del desperdicio de alimentos por parte de los supermercados en 2016 en Francia; educación sostenible en las escuelas; e iniciativas aisladas de apoyo nutricional a familias afectadas por el hambre.
En África, el segundo continente más afectado por el problema, se propuso en 2014 la “Declaración de Malabo”, que preveía la lucha contra el hambre asignando más recursos a la agricultura. El hambre debe ser erradicada de aquí a 2030, y las estrategias utilizadas hasta ahora han tenido poco efecto. ¿Qué podríamos hacer nosotros, los jóvenes, para mitigar un problema causado por las adversidades en el “mundo adulto”? La educación sostenible de los jóvenes para reducir el desperdicio de alimentos ya garantizaría un avance importante en la disponibilidad de alimentos. Aún así, las políticas de resolución exploran poco los problemas de distribución y accesibilidad de los más pobres. Por tanto, cabe preguntarnos: ¿lo que dificulta la lucha contra el hambre y la falta de valores colectivos es la indiferencia de la población y del Estado? YSP cree que estos valores se pueden consolidar a través de la educación de los jóvenes. ¡Deja tu opinión en los comentarios! Por Ángel Costa
Traducido por Kwan Ja Referencias:
https://www.gazetadopovo.com.br/agronegocio/agricultura/lei-que-proibe-jogar-alimentos-fora-vira-exemplo-mundial-3m4jleeqk1exidd8hnjalam5n/
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